Se dice...se comenta:

No hay nada peor que un inutil con iniciativa

Haz que cada día cuente

No desperdicies la crisis... vívela

Comienza cada mañana con una sonrisa y mantenla durante todo el día

Por favor, ¿podrías avisar antes de improvisar?

Tenemos dos orejas y tan solo una boca, ¿será para escuchar más y hablar menos?

Nunca tendrás una segunda oportunidad de crear una primera buena impresión




martes, 23 de agosto de 2011

El regreso a la felicidad

Noviembre de 2021:

Juan, sentado en el salón de su casa, rodeado de trastos viejos e iluminado por una vela casi derretida y por la poca luz de la luna que entraba a través de un agujero que quedaba en la ventana tapada por unos plásticos que había conseguido en una vieja fábrica abandonada, lloraba desconsolado mientras miraba su viejo iPhone roto, y lo acariciaba suavemente con su pulgar, recordando lo viejos tiempos cuando pasaba horas navegando por Internet en sus redes sociales, pasando de aplicación en aplicación y respondiendo correos de trabajo y de los amigos que creía tener.

En la esquina opuesta del salón, en un par de colchones colocados estratégicamente y parapetados por unos muebles que ya no albergaban más que polvo y algunos libros sucios y viejos que en su día adornaban la librería, duermen su mujer, y sus dos hijas, que acurrucadas a su madre, intentan descansar, después de un día intenso de bombardeos y tiros que durante todo el día no habían parado de sonar.

La noche estaba ahora en calma y antes de irse a dormir se había puesto a buscar entre lo trastos viejos, cualquier cosa que pudiera servirle para algo, ya sea como útil que le pudiera ayudar en sus escapadas en busca de comida o como moneda de cambio entre los vecinos que aun resistían en sus casas casi derruidas. Fue en ese momento cuando encontró su viejo iPhone y le recordó aquella vida de “ensueño” que tenía, tan solo hace unos años.

Se acordaba, allá por el 2011, cuando trabaja en una multinacional dedicada al mundo de la tecnología como director de marketing. Se veía en su despacho de una de las cuatro torres de la antigua ciudad deportiva del Madrid observando, en soledad, la ciudad a sus pies, con la mirada de haber conseguido todo en la vida y haber llegado a lo más alto. Pese a que su horario de trabajo terminaba a las seis de la tarde, se quedaba hasta las tantas, ya que su casa, por esa época, era un mar de gritos, llantos y pañales que le ponían de los nervios, con lo cual no había nada mejor que su cómodo despacho y su nuevo iPad, donde buscaba desesperado un nuevo coche todo terreno para satisfacer a su mujer, y le dejara tranquilo, ya que desde hacía unos meses, con la llegada del bebé, no dejaba de insistirle en que necesitaba un coche más grande y seguro.

Lo años fueron pasando y Juan y su familia se trasladaron a un nuevo chalet al norte de Madrid, dejando cerrado su antiguo piso del sur a la espera de que resurgiera el boom inmobiliario, para poderlo vender. El piso estaba en una buena zona pero no a la altura de un señor director de una gran multinacional.

Las niñas fueron creciendo y de los llantos y pañales, pasaron a las discusiones por lo que unas y otras querían comprarse. Una por su nuevo coche, otra por un móvil de última generación y otra por la consola de moda del momento. Su vida, cargada de cosas materiales se había convertido en una discusión continua con su mujer y sus hijas y poco quedaba de la realidad por la que hace 10 años comenzaron a vivir juntos.

Recordaba, que venía de una familia pobre, donde sus padres y abuelos le contaban como habían pasado hambre y miseria en los tiempos de la postguerra y continuamente les decía a sus hijas:

- Algún día llegará una crisis de verdad para que aprendáis a agradecer todo lo que ahora tenéis.

Pues dicho y hecho, al año siguiente, la gran crisis, que comenzó en 2008 y que después de 5 años no había llegado a su fin, termino definitivamente, pero con otra crisis mucho mayor. El sistema capitalista que tanto dio a unos y que tanto quitó a otros, llegaba a su fin. Las bolsas estaban hundidas, países en quiebra, la banca al borde del abismo, las grandes fortunas ponían su dinero en manos de las mafias, y el mundo tal y como lo conocían, se tambaleaba y se desvanecía como un castillo de naipes ante la mirada incrédula de los que creían haber triunfado.

Comenzaba la tercera guerra mundial, los tan temidos misiles nucleares, saltaron a mismo tiempo desde todos los lugares del planeta. En muy poco tiempo, pasaron de creer tenerlo todo, a la hambruna, las enfermedades y la destrucción masiva del ser humano. Las bandas armadas se hacía con el poder en los barrios, la anarquía campaba a sus anchas, ni siquiera había un bando contra el que luchar, tan solo quedaba luchar por la supervivencia de uno mismo y de su familia.

Con el tiempo tuvo que abandonar su chalet del norte, ya que las bandas se estaban instalando en los mejores lugares, y junto con su mujer y sus hijas tuvo que refugiarse en su antigua casa del sur de Madrid, que aunque medio derruida y devastada por las bandas callejeras, aun era un lugar bastante seguro.

Se vivían tiempos de grandes desordenes a nivel mundial, las televisiones regionales eran utilizadas por los dictadores de turno de cada ciudad que se iban apoderando, poco a poco, de todo aquello que pudiera tener algún valor, aunque en esos tiempos, lo poco que tenía valor era la propia vida individual.

Hizo de su casa un pequeño búnker, y se organizó con algunos vecinos para poder conseguir comida y enseres necesarios, además de poder mantener la zona vigilada y así poder refugiarse cuando acechaban las bandas.

Poco a poco, el vecindario fue creando un entrono lo más agradable posible, para que sus hijos pudieran ir creciendo y desarrollándose en un ambiente, que hasta en ocasiones conseguían que fuera divertido y feliz.

Junto a su mujer y sus dos hijas, habían conseguido formar una gran familia unida, donde el amor entre ellos era el principal motor para salir adelante. Lejos quedaron las discusiones por lo material, para dar paso a la comprensión, agradecimiento y miradas de complicidad de la pobreza más absoluta, donde incluso, una pequeña sonrisa que pudieran ver en el rostro de sus hijas, tenía más valor que cualquier otro aspecto del pasado.

Su día a día, consistía en salir a buscar comida, ya fuera robando en los camiones de reparto, o bien a través del intercambio entre los propios vecinos. Dada su condición de director, creo una comunidad de vecinos, donde se organizaban para salir adelante. Crearon una comisión de abastecimiento, la cual se encargaba de buscar y almacenar todo aquello que fuera necesario, desde comida, bebida, ropa, libros, etc., otra de educación para que, siempre que las condiciones de la zona lo permitieran, los niños pudieran ir recuperando su vida escolar. Montaron, una mini clínica donde se podían atender pequeñas enfermedades, dependiendo de los materiales de farmacia que se pudieran ir consiguiendo. También se creo una comisión de defensa y otra de justicia, que se encargaban de proteger el barrio y de mantener la concordia entre los vecinos. Crearon un comité de divulgación, que se encargaba de ir promocionando su sistema de vecinos, para que poco a poco otros se fueran uniendo e intentar restablecer el orden en el resto de territorios.

Poco a poco se fue creando un sistema donde los niños volvían a disfrutar, a ratos, de la vida. Juan y su mujer estaban más unidos que nunca, su preocupación en la vida, era la misma, sus hijas y su futuro. Atrás quedaron las disputas por los coches, los teléfonos, las envidias, etc., ahora era el momento de sobrevivir y de hacer que cada día cuente. Tanto Juan, como su familia se habían visto obligados a comenzar una nueva vida, donde comer, vivir, mirarse, abrazarse, pasear y en definitiva, despertarse juntos cada día pensando que estaban construyendo un futuro para sus hijas, era motivo de felicidad.

La pequeña de la familia, a ver a su padre llorar, se levanto de su colchón y se acerco a su padre mientras este acariciaba su viejo teléfono - Papi ¿porque lloras? Abrazó a su hija y le dijo:

- hija no lloro de dolor ni de pena, lloro de alegría. Lloro porque me parece increíble que cuando creíamos tenerlo todo, entre nosotros no había nada y ahora que no tenemos nada, entre nosotros hay mucho más de lo que nunca hubiera imaginado.

...

Ahora que cada cual saque sus propias conclusiones.

2 comentarios:

maitelatasa dijo...

UAuuuu ¡¡ q buena historia ..sr director de marketing.. sin duda lo mejor: su moraleja ¡¡

me ha encantado ¡¡

Victoria Buenache dijo...

"Un mundo feliz" Aldous Huxley :-)